Dostoievski (1821-1881), con su peculiar sarcasmo de ver la
vida, expone en voz de Razumijin, el personaje que le da genialidad a “Crimen y
Castigo”, la siguiente interrogante “¿Sabes lo que más me indigna de todo este
asunto? No es que mientan; la mentira siempre se puede perdonar, pues lleva a
la verdad. Aquí lo lamentable está en que mienten y, además, reverencian la
propia mentira”. Quedando calcada en esas palabras la realidad que mueve al
hombre del siglo XXI (postmoderno), a ese hombre que no le basta con proferir
mentiras a diestra y siniestra, como si fuese tal ametralladora en plena guerra,
sino que además de eso se cree las mismas mentiras que exponen a todo pulmón, y
es tanto así que se comporta de la misma forma en que cuenta su mentira.
Mentir en esta sociedad es algo tan natural que cuando un
político no miente no logra alcanzar la aceptación del electorado; que un
docente diga la verdad a sus alumnos y les exija fundamentar la suya propia es
visto como un docente irrealista, desolado; un amigo que dice la verdad se gana
la antipatía de quien era considerado su amigo, porque no lo secunda en su
mentira; un hombre que comenta la verdad y la expone en cada uno de los casos
es tildado de apátrida, insolente, siendo esto causado porque estamos tan
acostumbrados a la mentira que escuchar la verdad nos hace doler los odios de
nuestra conciencia.
Esto debido a que la verdad es la reclamación de un estado
de conciencia que no es sólo imponer una idea analizada, sino encaminar a los
demás a que se encuentren con la luz de la razón, que piensen antes de actuar y
que cuando se decida algo se haga con la plena libertad de buscar lo mejor no
por capricho propio sino por la necesidad de mejorar la realidad. Pero cómo se
logrará si la mediocridad social impulsada desde las aulas de clases invitan a
diario a que se mienta, que se sea incongruente y que se rechace la verdad, ya
que esta no es una moda sino un pilar inamovible y que no se es manipulable; aunque
se trata de manipularla cuando se afirma que existen tantas verdades como
personas existan o como dijo Protágoras (siglo V a. C.) “el hombre es la medida
de las cosas en cuanto que son porque son y en las que no son porque no las
son”, volviéndonos alcahuetas de nuestros caprichos y desde allí, desvirtuamos
la verdad a favor de nuestras mentiras, falsedades y utopías.
Lo anterior, no es más que el capricho de la moda, porque
claro que se puede mentir y no necesariamente como se dice popularmente
“mentiras piadosas”, que no se saben para quien lo son sí para quien lo dice
por no afirmar una realidad o para el que la desconoce para su bienestar. Se
puede mentir como afirma Razumijin “mentir según dicta el propio ingenio, es
casi mejor que decir la verdad de otro. En el primer caso, se es persona; ¡en
el segundo, un loro!” ¡Qué contrariedad, nos manda ahora a mentir! Podemos
afirmar entonces como Raskólniskov (el asesino de la obra) “todo es
convencional, todo es relativo, todo no es más que pura forma”, pues ¡no!, esa
afirmación es propia de los mentirosos que hemos descrito anteriormente.
Esa frase de mentir según dicta el mismo ingenio es una
invitación ineludible a la búsqueda de la verdad, porque “lleva a la verdad” y
es así, ya que un estudioso al que sólo le valga un libro se convierte en loro
perdiendo así su ingenio, mientras que quien mienta guiado por su ingenio
irreductiblemente llegará a ser capaz de alcanzar la verdad y encaminarse a
misiones más excelsas en la sociedad. Porque la educación es eso, un refutar lo
aprendido, un dudar al estilo Cartesiano y poder luego, fundamentar su forma de
pensar desde lo que su propio ingenio dicta.
La Muerte de la Verdad no es otra cosa que el no ser capaz
de mantener su horizonte en la búsqueda de una vida plena, el cual sólo se
alcanza en la relación responsable y respetuosa con los demás ciudadanos que conforman
la Humanidad, pero al mentir se muere en primero en relación a uno mismo, luego
a sus semejantes y por último, a ser descontado entre las personas de
confiabilidad para compartir, hablar o discutir, llegando poco a poco a auto
mutilarse de la Humanidad, ya que en ninguna sociedad se ha tenido por bueno y
respetable a un mentiroso (Savater), y les advierto la nuestra tampoco los ve
con buenos ojos, y desde allí unirse al grupo deshumanizado de los mentirosos
que en la actualidad engalanan la sociedad.
La muerte de la verdad es una realidad, y no hablo de una
Verdad con mayúscula, sino la verdad de cómo se ha de ser un profesional
honesto, de cómo ser una pareja sincera; de cómo ser un alumno para el futuro;
de cómo ser un político que vele por todos sin jamás identificarse con ningún
grupo; en fin, de cómo ser humano y sentir la verdad como principio para su vida
ética. Esta es la Muerte de la Verdad se reflejada en que ya los hijos no creen
en los padres; en que los esposos no confían en su pareja; en que la educación
formal sea la cuna de vagos, asesinos, ladrones y mediocres; en que un político
se enaltece de tener poder, de dominar, de la corrupción y de subyugar al
pueblo con sus mentiras; en fin, en que nos alegramos que el antisocial de la
comunidad muera asesinado, porque así nos libramos de una escoria, lo más
seguro ese personaje es heredero de la mediocridad de la comunidad que lo
condena, como si alguno de nosotros se alegrará porque le cortasen un miembro
del cuerpo, porque la Humanidad es un cuerpo y no místico como el de las religiones
solo conformado por quienes dicen creen en X deidad, sino un cuerpo donde todo
el que nazca de mujer forma parte sin exclusiones, ni de país o lengua y menos
de deidades.
La Muerte de la Verdad crea la deshumanización, porque la
mentira crea zozobra y con eso nadie puede vivir feliz, y se puede cerrar
afirmando junto a Raskólnikov “…Creo que mi idea es justa en lo fundamental, o
sea en considerar que las personas, según ley de la naturaleza, se divide en
general en dos categorías: personas de categoría inferior (ordinarias, como si
dijéramos personas que constituyen un material que sirve sólo para la
procreación de seres semejantes), y en personas propiamente dichas, es decir,
en seres humanos que poseen el don o el talento de decir una palabra nueva en
su mundo”.
En la Muerte de la Verdad las personas de categoría inferior
son los mentirosos, quienes procrean cuentos que se convierten en aberraciones
deformes de la Humanidad; y las personas propiamente dichas son quienes buscan
la verdad y la proclaman sin miedos a ser tildados de negativos o de utópicos,
debido a que sus ideas son contrarias a las modas. La Muerte de la Verdad se
cultiva en las aulas de clases, ya que los pedantes que se encuentran al frente
de ellas piden honestidad y son tan deshonestos en sus estudios que pagan por
las responsabilidades académicas de sus especializaciones, a estos últimos les digo
“tu crimen, tu crimen” no será perdonado jamás pedante, debido a que es
arruinar una sociedad… Son los responsables de la Muerte de la Verdad, y son
tan idiotas que no se dan cuenta y viven proclamando “¡qué injusto es que no
nos paguen más!”, les respondo den gracias que les paguen por destruir a la
sociedad, hablan de doble moral y no se dan cuenta que pagando para evadir sus responsabilidades
son corruptos, en fin “tu Crimen es ser parte de los abortos deformes de la Humanidad”.
Luis Gustavo Zambrano
Bohemiodelxxi